A los once años, Carla Fromentín, más conocida como Carli Fro, fue víctima de una negligencia médica durante una operación correctiva a la displasia en sus caderas y desde ese incidente ha utilizado una silla de ruedas para poder movilizarse. Un testimonio de transformación, inclusión y superación que te invitamos a leer.
En la actualidad, Carli tiene 30 años, es actriz, influencer, y bailarina, participando en el programa Rojo como invitada, en presentaciones de la Teletón, y es uno de los rostros de la marca de zapatillas Fila. Es una inspiración para sus casi 19 mil seguidores en Instagram, y ha salido adelante con la ayuda de su familia y amigos. Sin embargo, sus experiencias bajo el sistema educacional de Chile la dejó con mucho que decir.
¿Cómo fue tu experiencia en el colegio?
Como nací con displasia, un problema en mis caderas, caminaba con dificultad y me costaba ser independiente, dependía de los demás en varias cosas pero fue súper buena mi infancia. El colegio en el que estuve cuando pequeña fue bacán en todo sentido, pero cuando quedé en silla de ruedas las cosas cambiaron. Pasé por varios colegios por problemas con la infraestructura, que no estaba adecuada a mi silla de ruedas, fue bien complicado, y algunos fueron súper falta de respeto conmigo. En algunas ocasiones me dijeron a mi y a mi mamá “Cuando su hija esté normal, que vuelva.” Eso no puede seguir pasando, por ningún motivo. A pesar de millones de dificultades, logré egresar de cuarto medio súper bien y acompañada de varias personas geniales en el camino.
¿Consideras que tus compañeros y profesores te incluyeron?
En la infancia sí, de todas maneras. En la media no puedo decir lo mismo de algunos directores de colegios. Hubo varios momentos en los que me sentí muy incómoda, agradezco a los que sí estuvieron y empatizaron sin preocuparles la silla de ruedas, sino de lo que yo era capaz. Como en todas partes, no falta la gente que se burla o que no te acompaña solo por estar en silla de ruedas, pero en general la gente fue súper apañadora conmigo.
¿Cómo fue tu experiencia al buscar universidades?
Cuando entré a la universidad no tengo nada que decir de ese año, que fue en el 2011, hace varios años atrás, cuando aún no existían tantos avances como ahora. La gente conmigo fue excelente, mis compañeros de la universidad eran bacanes, pero había ocasiones en las que yo me preguntaba “¿Por qué hay solo algunas rampas? ¿Por cumplir?”. Estaban sumamente empinadas, era muy peligroso, o el ascensor no funcionaba, porque lo mal utilizaban, no lo arreglaban y yo no tenía como subir a veces. Son detalles tan importantes que la gente no empatiza.
Después cuando estudié teatro vino lo malo. Fui a postular a muchísimas universidades para audicionar y todo, porque lamentablemente en este país uno debe ir casi que con un cartel que diga “Estoy en silla de ruedas, ¿está el acceso necesario? ¿Me aceptarán?”. En teatro me cerraron las puertas por estar en silla de ruedas, me decían que me dedicara a otra cosa que no sea actuación y que la infraestructura no estaba adecuada, lo que yo considero falta de respeto y de educación. Me da lástima haber tenido que vivir esos momentos.
¿Qué crees que hay que modificar en el sistema educacional para que sea más inclusivo?
Se parte por cosas básicas como la infraestructura, que es un derecho. Por ejemplo tener un acceso como corresponde a un baño, que es una necesidad básica, pero que en la universidad se me complicaba mucho por no tener un acceso adecuado para mi silla de ruedas. El tener mesas que sean adecuadas para la silla de ruedas; son cosas que no cuestan nada y es lo que corresponde. También que la gente sea empática, que incluyan a las personas, que vean más allá de la discapacidad, sino de lo que somos capaces como personas, como todos en realidad. Que no traten de gente “anormal” y que no limiten sus capacidades. El pensamiento que no ve más allá de la discapacidad es un gran error, el que ve cómo anormal a las personas en situación de discapacidad, no está bien.
¿Qué mensaje tienes para las personas con discapacidad?
Que jamás dejemos de alzar la voz por los demás, que gritemos por nuestros derechos mínimos, que nadie nos limite ni corte las alas, que nos preocupemos de lo que somos capaces porque no nacimos para encajar sino para sobresalir, y seamos nuestra mejor versión de nosotros. Nos tienen que dejar de etiquetar como personas de lástima, que siempre están tristes o enojadas. Muchas personas deben dejar de ser tan falta de respeto, y no burlarse hasta hacer daño. También creo que es necesario que se use el lenguaje inclusivo, y dejar de usar palabras como “inválidos” o “minusválido”, porque eso descalifica a las personas y no se trata de eso. Para avanzar hay que empezar a hacer inclusión real.